Su padre, su infierno

Opinión 23 de febrero de 2020 Por Moira Corendo
Su padre la violó durante doce años y será condenado el próximo 26 de febrero.
Abuso


Ludmila es una joven de 22 años con una mirada clara y a su vez triste, su voz suave y templada oculta un enorme dolor difícil de dimensionar, a medida que comienza con su relato, podemos ir sumergiéndonos en el infierno que ha sido su vida.

Su padre la violó sistemáticamente durante doce años, desde los 7 hasta los 19, dejándola tres veces embarazada, de las cuales, una vez la obligó a abortar a los 15 años, un año después dio a luz a una niña que fallece a los nueve meses y, por último, nace Oriana, quien tiene 3 años en la actualidad.

Ludmila no sólo relata las atrocidades que su padre cometió con ella, sino también lo difícil que le resulta ser madre: “Cuando vi a Oriana, me aferré a ella, pero me cuesta entablar una buena relación, hay días que no puedo estar con ella, me llovía un recuerdo y estaba en depresión semanas y semanas. Él me hacía creer que yo era culpable, cuando discutían con mi mamá, él venía a violarme”.

Diego Maximiliano González fue declarado culpable de abusar sexualmente de su hija el martes 18 de febrero y se espera que el próximo 26, el Tribunal Oral Criminal n° 2 del Partido de Quilmes, provincia de Buenos Aires, lo sentencie a 35 años de prisión correspondiente con el pedido del Fiscal y la Querella, su propia defensa ha solicitado una condena de 20 años.

Sin embargo, para que finalmente sea condenado, Ludmila ha tenido que atravesar un arduo camino. Si bien al día siguiente de denunciarlo, se produjo la detención, durante el proceso judicial se intentó obtener la nulidad del ADN de Oriana como prueba, algo que parece absurdo e inadmisible, pero muy coherente para nuestra Justicia. La misma Justicia que le exigió cuando efectuó la denuncia, la presentación de su DNI, teniendo en cuenta que, para poder realizarla, escapó de su casa y regresar implicaría el riesgo de no poder volver a salir del mismísimo abismo en el que vivía. Un sistema jurídico que impidió a sus tíos, presentar la denuncia cuando sospecharon los hechos debido a que Ludmila ya era mayor de edad.

Decidir denunciar es un proceso que lleva muchos años, abrumador, opresor, en el que la víctima pasa por crisis de angustia, donde el miedo la paraliza y donde se siente absolutamente sola con su padecimiento. Ludmila ni siquiera quería hacerlo al momento de aventarse desde su casa a la casa de sus tíos, ella sólo pensaba en escapar.

Nuestra Justicia sigue presentando agujeros negros que se deben modificar, debemos exigir leyes que contengan a la víctima desde el mismo momento en que decide denunciar, asistencia psicológica y la suficiente seguridad legal, logrando así que sea el primer paso para juntar los pedazos rasgados de Ludmila y tantas otras que aún no pueden salir del infierno.

En la actualidad se encuentra aún sin apoyo psicológico. Doce años de vivir en el miedo, en la despótica oscuridad, con asco a su cuerpo, con poca aprehensión a la vida, obligada a ser madre de la hija de su padre, obligada a callar, a mentir, a entregar su cuerpo a cambio de mantener calmo a ese ser despreciable. Esa bestia, que la violaba una y otra vez en su camita de niña mientras su madre y sus hermanitos dormían, era el que debía brindarle sostén, contención, amor, la figura significativa en su vida, quien la constituyó como sujeto; lo que hizo en contrapartida fue destrozar su psiquismo, adueñándose de su cuerpo, de sus pensamientos, de su temor, forzándola a estar en permanente alerta, sometida, sumisa, emergiendo la culpa como renuencia ante la vulnerabilidad, toda rota.

Las innumerables violaciones la marcaron para siempre, no obstante, ahora debe trabajar para sobreponerse, y obtener la capacidad de proyectar, no sólo vivir ensombrecida por un pasado que le repugna y un presente que la limita, sino volver a integrar su ser escindido por el dolor y el vejamen, construir la maternidad desde un lugar de aprendizaje que le permita transformar lo siniestro en esperanza. Una tarea quimérica, mas ella puede hacerlo, pero no puede sola, necesita una Justicia que, además de condenar a su progenitor, le brinde las herramientas que la salven de su propia condena, la de vivir en la oscuridad. 

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