Ni en sus más íntimos sueños imaginó que su posibilidad de jugar en la primera de Barcelona llegaría tan pronto.

Parecía impensado que de un entrenamiento a otro, cambiaría de cancha y pasaría de entrenar con el Barça B a sumarse con el astro Lionel Messi y compañía.

Ramos Mingo llegó al club catalán en febrero, en medio de la pandemia del coronavirus y con el pase en su poder. Dejó Boca, club que lo formó desde 2015, y con 18 años, fue citado por el nuevo DT, Ronald Koeman para el partido por la tercera fecha de la Liga de España frente a Villarreal desde las 16.

Santiago Ramos Mingo, es un defensor cordobés, surgido en Deportivo Atalaya y formado en las inferiores de Boca.

Desde inferiores, que el central zurdo logró destacarse y fue así que, con edad de quinta división, llegó a firmar con el equipo de reserva en 2019. Logró captar la atención de Gustavo Alfaro, ex entrenador del equipo de primera, y fue citado para la pretemporada de ese año, debutó en un partido amistoso frente a Chivas e integró la lista de buena fe para la Copa Libertadores.

Pero el juvenil cordobés tenía sueños a los que atender y convicciones claras. Quería que su futuro continuara en Europa. Conversó con la dirigencia durante el mandato de Daniel Angelici, que buscó convencerlo para que firmara su primer contrato, pero el juvenil se negó. Quería el pase en su poder. Pese a la insistencia, conversaciones y propuestas, el jugador y su entorno prefirieron quedar en posesión de su pase.

Santiago Ramos Mingo tiene como representante a Adrián Ruocco, el mismo que Carlos Tevez. "Hablé con la anterior dirigencia. Arreglamos que después de las elecciones íbamos a negociar, porque no sabíamos si iba a seguir o no. Una vez que se fueron yo ya había tomado la decisión de irme. Yo la decisión la tenía tomada", contó el futbolista, días después de llegar a Barcelona.

Santiago Ramos Mingo, se entrenó por primera vez con el plantel profesional el pasado lunes y hoy tiene la posibilidad de estar en el banco de suplentes por primera vez con la camiseta número 32.

Fuente: La Nación