Opinión Feredico Lozzano* 12 de febrero de 2022

Argentina, el Oso, el Dragón y ¿el Águila?

¿Argentina debe elegir dónde posicionarse de manera excluyente? ¿Puede nuestro país optar por una política exterior de ingeniería donde no haya primacía de un socio sobre otro? ¿ Se debe asignar mayor atención a la deuda con el FMI o al vínculo económico-comercial con China?

Argentina, el Oso, el Dragón y ¿el Águila?

Entre el jueves 3 de febrero y el domingo 6 del mismo mes el Presidente argentino Alberto Fernández ha viajado en carácter de visita de Estado a la Federación Rusa primero y a la República Popular de China después. Pero, para poder comprender este accionar por parte del gobierno argentino es necesario abordar algunos conceptos y cuestiones esenciales de la política internacional.

Para empezar, se debe abordar las relaciones internacionales como un elemento complejo en cuanto a los vínculos y acciones que se dan a nivel global entre Estados Nacionales, gobiernos subnacionales, organizaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales.

En este marco, es importante retener un concepto central que es el de “Orden Internacional”, el cual refiere primordialmente a una construcción con anclajes teóricos y prácticos basados en cuestiones ideológicas, políticas, históricas y económicas, que permite una comprensión básica del tipo de vínculos internacionales que se dan en el mundo y que intereses entran en juego en cada uno de ellos.

Así, si bien es claro que la Guerra Fría terminó el 8 de diciembre de 1991 (algunos autores pueden diferir según el hecho histórico que se tome como base), actualmente el orden internacional está claramente dominado por actores claros: Estados Unidos (Águila), China (Dragón), Rusia (Oso), Europa e India en menor medida. 
Dicho esto, se vislumbra el porqué del título de esta columna. Argentina se constituye como un actor de influencia regional y con alcance y vínculos internacionales, que estratégicamente a lo largo de su historia ha ido fluctuando en cuanto a dichos vínculos.

Repasando las posturas de política exterior que ha tomado la Argentina desde la década del 90 hasta la actualidad. Durante la presidencia de Carlos Menem la política exterior argentina se posicionó ideológica, política y económicamente como el baluarte sudamericano de los Estados Unidos (y, no fue el único país que lo hizo). Salteando el breve gobierno de Fernando de la Rúa, las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner tuvieron un fuerte componente latinoamericano y de diversificación de los socios internacionales. Esto último se tradujo en constantes y crecientes vínculos con los Estados sudamericanos (a través de la UNASUR), con China principalmente y con la Federación Rusa en menor medida. 

Por otro lado, durante el gobierno de Mauricio Macri se produjo un retorno a las relaciones con los socios occidentales tradicionales como Estados Unidos y la Unión Europea, buscando disminuir la influencia de China y Rusia sobre la Argentina. 

Ya a partir de 2019 y con la entrada en funciones del nuevo gobierno argentino presidido por Alberto Fernández, nuevamente asistimos a un posicionamiento argentino que busca ampliar el abanico de vínculos internacionales tanto con países europeos como asiáticos y latinoamericanos. No obstante, es fundamental mencionar que a los pocos meses de iniciado dicho gobierno se desató la pandemia del COVID-19 allá por marzo del 2020 y nos encontramos en un escenario global sin precedentes. 

En este contexto, cuando el desarrollo e investigación para la creación de una vacuna contra el virus en cuestión fue un hecho, Argentina buscó por todos los medios asociarse con aquellos que la producirían. Así, el primer proveedor de vacunas con resultados probados contra el virus fue la Federación Rusa con su vacuna “Sputnik V”, que al día de hoy según artículos científicos de revistas internacionales cuenta con alta efectividad para evitar cuadros graves por la enfermedad. Luego llegaron las vacunas “Sinopharm” provenientes de China y en cascada empezaron a fluir los contingentes de otras vacunas para lograr altos porcentajes de vacunación en la lucha contra el coronavirus. Estos acuerdos por las vacunas fortalecieron los vínculos entre los países aludidos, lo cual explica al menos en parte la gira actual del Presidente Alberto Fernández por China y Rusia.

En el caso de China el vínculo excede a la cuestión sanitaria, además incluye un factor económico sumamente relevante dado que la República Popular es un fuerte inversionista y acreedor de la Argentina en el mercado internacional. El punto más relevante con China es el denominado “swap”. Este instrumento financiero tiene la finalidad principal de funcionar como un elemento de equilibrio de la balanza de pagos del Banco Central en relación a sus reservas. Sin embargo, en la gira del gobierno argentino uno de los objetivos es incrementar el monto disponibilizado por China a través del swap y permitir otros usos de dicho dinero (como por ejemplo en calidad de deuda para asignar el dinero a gastos corrientes como infraestructura, producción, entre otros).
Mientras que por otra parte la relación con Rusia responde a un interés estratégico para mantener el flujo de envío de vacunas a la República Argentina y al establecimiento de ciertas ayudas económicas a través del Fondo Ruso de Inversión Directa y, además, obtener su apoyo en la junta del FMI.

Sin embargo, y enfatizando que sostener este tipo de relaciones a nivel global es claramente positivo y fructífero para la Argentina, puede generar impactos o efectos no deseados en la relación con otro socio fundamental en las aristas política y económica: Estados Unidos. Simbólicamente Argentina ha posado con actores que se oponen abiertamente a la política y accionar de los Estados Unidos, lo cual puede generar rispideces con Washington. 

Desde fines del 2021 y principios de este 2022 se han intensificado las negociaciones entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional en relación a la deuda argentina por u$s 44.000 millones de dólares. Incluso, en las últimas semanas del mes de enero de este año se lograron significativos avances en cuanto a los montos a desembolsar por parte de Argentina y los plazos en los que se realizarán los pagos. En este contexto, es menester señalar que para que un acuerdo con el FMI sea posible se necesita del acompañamiento (¡y el voto!) de Estados Unidos cuya participación accionaria en el Fondo es la más alta, lo cual le otorga una mayor ponderación en su voto y, por ende, mayor poder de decisión sobre las medidas que dicho organismo adopte en relación a nuestro país. 

Por otro lado, y sin ahondar en explicaciones técnicas durante el último mes la tensión militar entre Rusia y la OTAN se ha incrementado sustancialmente con la movilización de tropas de ambos bandos hacia la región de Crimea (ocupada por Rusia desde 2014). Además, se han dado declaraciones cruzadas entre Vladimir Putin Presidente de Rusia y Joe Biden Presidente de Estados Unidos, con amenazas y exabruptos de por medio. Todo lo cual, no hace más que incrementar la incertidumbre del escenario internacional por un posible (más no probable), enfrentamiento entre ambas potencias.

Así, dado este marco geopolítico y económico, la Argentina debe buscar un equilibrio en sus relaciones con otros Estados. No debe descuidar a Rusia para sostener el ingreso de vacunas contra el COVID-19 y tampoco puede relegar a un segundo lugar su vínculo con China dada su importancia como actor económico y comercial en relación a la economía nacional e internacional.  

Es claro que un país como la Argentina en la situación actual (económica y sanitaria) debe hacer arquitectura fina en sus vínculos internacionales, debe lograr acercamientos y disminuir momentos de incertidumbre para todas las partes involucradas. No obstante, es una tarea difícil de lograr cuando los frentes abiertos son múltiples y todos urgentes. 

Entonces la República Argentina se dirime entre actores enfrentados de manera constante desde el inicio del siglo XXI. Por un lado, un enfrentamiento indirecto y de carácter militar con Moscú y, por otro, un conflicto netamente económico con la República Popular que no ha hecho más que agravarse en los últimos 5 años.
Por lo tanto, es imperativo lograr un acuerdo final con el FMI, pero, al mismo tiempo es indispensable mostrarse con actores como Rusia y China que pueden no agradar a ciertos sectores, pero es innegable su preponderancia a nivel regional y global.

Todo esto invita a reflexionar sobre lo siguiente: ¿Argentina debe elegir dónde posicionarse de manera excluyente? ¿Puede nuestro país optar por una política exterior de ingeniería donde no haya primacía de un socio sobre otro? ¿ Se debe asignar mayor atención a la deuda con el FMI o al vínculo económico-comercial con China? ¿Es posible una política exterior autónoma que no dependa de condicionantes externos?

*Federico Lozzano: es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Siglo 21 y Maestrando en Relaciones Internacionales por el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. Es Coordinador del Proceso de Acreditación en la Universidad Siglo 21.

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