La Revista La Luciérnaga cumple 25 años

Cultura 25 de julio de 2020 Por El Objetivo
"La luciérnaga es un ser con luz propia. Un ser que brillando en el medio de la oscuridad nos permite ver que no estamos solos. Nos comparte su luz", remarcó el psicólogo social Héctor Suárez, parte del equipo técnico de la Fundación.
La Luciérnaga
La Luciérnaga: 25 años brillando entre oscuridades foto: gentileza

Le ofrecemos la historia de cuatro vendedores de la revista La Luciérnaga, el proyecto integrador y multidisciplinario, ideado por una Fundación que por estos días cumple un aniversario de 25 años. 

Hugo tiene 36 años. La pandemia del coronavirus lo obligó a usar máscara para salir a vender. Sonríe. Dice que prefiere esa delgada lámina al barbijo. Recordó que han pasado 90 días sin vender la revista, tiempo durante el cual no pudo avanzar en la obra de su casa. "Vamos para adelante", se animó.

Ramón no llegó a la frontera de los 30. Con barbijo y rociador completan su atuendo. Su esposa e hijos completan una foto para la que aún no hay techo propio. Necesita volver a "hacer plata". Vender es lo que primero le sale.

Pablo apenas cruzó la tercera década, pero ya lleva 20 años como parte del proyecto. No fatiga esquinas comerciando para ayudar a su madre. Ahora cumple con las tareas administrativas en la sede de la revista, hundida entre las alturas de Nueva Córdoba  y el pocito de Güemes.

Gonzalo es el mejor vendedor. Así lo presentaron, así se siente. Evoca cifras de épocas esplendorosas: más de mil revistas por mes. Ha recibido más de un centenar de distinciones desde que decidió dejar las ventas informales y variadas, 17 años atrás.

"Hay que buscarle la vuelta. Es mucho mejor no enojarse y despedir alegremente a la persona que le ofreciste. No es tanta ciencia. Hay que tener paciencia, recibir con buenos días o buenas tardes. Ofrecerle lo mejor en pocos segundos", aconseja, desde su experiencia.

"La luciérnaga es un ser con luz propia. Un ser que brillando en el medio de la oscuridad nos permite ver que no estamos solos. Nos comparte su luz", remarcó el psicólogo social Héctor Suárez, parte del equipo técnico de la Fundación.

Son luciérnagas que pueden compartir su brillo.

"Cada persona que compra está encendiendo su luz a otro, en cualquier oscuridad en que se encuentre. Los chicos son luciérnagas, pero todos los cordobeses somos luciérnagas que prendemos nuestra luz cuando compramos una revista. Cada revista que hay en una casa es una luciérnaga que se prende, que nos muestra un horizonte y que no estamos solos", enfatizó.

La Fundación La Luciérnaga tuvo su inicio un 20 de julio de 1995, en la esquina de Cañada y 27 de Abril.

Allí llegó un reducido grupo que estuvo conformado por trabajadores informales (vendedores, cuidacoches, limpiavidrios) y personas en situación de calle.

Los convocaba Oscar Arias, alma mater del proyecto. Lo urgía la diaria constatación de que la pobreza aumentaba junto al constante alejamiento del Estado de sus postulados benefactores.

Una semana antes Ramón Mestre asumía la gobernación de una provincia convulsionada tras la salida anticipada de Eduardo Angeloz.

Para la profunda crisis de entonces se presentaba como única opción otro gran recorte en el gasto público.

Dos meses atrás Carlos Menem era reelecto presidente de la Nación por aplastante margen. Poco importaría que la medición del desempleo de aquel mayo marcara un pico histórico: 18.4. Desde entonces, por casi diez años, la desocupación nunca caería de dos cifras.

En dicho contexto de crecientes restricciones y desacostumbradas violencias urbanas, con la incipiente era digital anunciando nuevos consumos, los jóvenes saldrían a vender una revista.

Veinticinco años después casi 20 mil cordobeses pobres (5 mil vendedores y sus familiares) han tenido una fuente de ingresos para apuntalar sueños. Atravesando crisis, reconvirtiéndose por causas ajenas y consecuencias propias.

Lo más importante: sus hijos no han necesitado reincidir en la mendicidad ni se han visto tentados ante descuidos.

"Son tres generaciones de pibes, de los sectores más vulnerables, que han transitado por esta estructura. El 100% de los hijos de nuestros canillitas están escolarizados, es decir que no repiten la historia de sus padres", subrayó Arias.

La palabra final es para Gonzalo. La pide. Reflexionó. Miró a la cámara. Sonríe. Eligió "las más sencillas" entre "todas las cosas" que tiene para decirle a la gente.

"Que se cuiden y cuiden a su familia. Que pidan a Dios que todo esto pase. Que todos los que puedan colaborar con La Luciérnaga, que sepan que esta es nuestra casa. Es un lugar al que venimos a trabajar. Que colaboren, si está a su alcance, para que cada uno de los pibes tenga para el sustento de su hogar. Y si no pueden colaborar, bueno, otra vez será", pidió.

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