En una tarde fría, nublada, y húmeda, la Selección Argentina que dirigía César Luis Menotti se imponía al equipo de Holanda, en el partido final de la 11° Copa del Mundo de FIFA. Esa victoria fue el punto culminante de un proyecto que modificó la forma de encarar la gestión en las selecciones nacionales de fútbol.

El equipo que armó el técnico César Luis Menotti tuvo la particularidad de contar con jugadores que fueron reclutados a través de un programa que incluyó el armado de combinados en los que aparecieron futbolistas de las ligas del interior del país.

Aquella selección no fue el representativo del fútbol porteño sino que allí estaban algunos que domingo a domingo no jugaban en el Monumental o La Bombonera, sino que lo hacían en la cancha de Sportivo Belgrano, en el Barrio Alberione de San Francisco, o en la cancha de General Paz Juniors, o en el “Trampero” de Argentino Peñarol, o en el estadio de Las Palmas, en el “Viejo Camino a La Calera”.

El triunfo del Mundial 1978 fue opacado por el discurso dominante que pretendió imponerse en la realidad del país. Pero la memoria de la gente guarda el recuerdo y las vivencias.

El paso del tiempo hizo su trabajo. Hoy, el máximo escenario deportivo de Córdoba recuerda al abanderado de aquella victoria deportiva, Mario Alberto Kempes, cuya melena flameaba al aire como divisa futbolera en aquella jornada gloriosa.

Una brisa federal entró por un momento en la mayor pasión de los argentinos. Ese mérito, más allá de la grandeza de los protagonistas, algunos de ellos considerados como los mejores jugadores de su época; hace que hoy valga aún más la pena seguir recordando y reforzando la emoción que nace al revivir aquel histórico partido de fútbol.