León XIV: cómo Robert Prevost se convirtió en el nuevo Papa en un cónclave que dio un giro inesperado

En una jornada histórica para la Iglesia católica, el cónclave convocado para elegir al sucesor de Francisco sorprendió al mundo: lo que parecía una elección encaminada hacia el cardenal Pietro Parolin terminó consagrando al estadounidense Robert Francis Prevost como Papa León XIV. Según el historiador eclesiástico Alberto Melloni, Parolin había arrancado con 49 votos en el primer escrutinio, frente a 38 de Prevost, en una votación donde el umbral decisivo era de 89 sufragios para alcanzar los dos tercios necesarios. Sin embargo, como ya ocurrió en 2013, las dinámicas internas del cónclave activaron un cambio veloz y decisivo de apoyos.
La columna publicada por Melloni en el Corriere della Sera revela que la presión ejercida por sectores eclesiásticos críticos del legado de Francisco terminó generando el efecto contrario al buscado. Su insistencia en promover un “giro” conservador generó resistencia incluso entre cardenales que no eran abiertamente afines al Papa saliente. Así, se consolidó un bloque de centro reformista que encontró en Prevost una figura de consenso: no era el favorito de todos, pero sí el límite aceptable para muchas sensibilidades dentro del colegio cardenalicio.
La retirada táctica de los cardenales mayores de 80 años, sin voto, pero con influencia, también resultó clave. Su decisión de dejar que los electores más activos tomaran el protagonismo permitió inclinar la balanza hacia un perfil menos polarizante, pero no rupturista. En apenas cuatro rondas de votación y en menos de 24 horas, el panorama dio un giro inesperado y Prevost emergió como el elegido para liderar la Iglesia.
Un frente anti-Francisco sin cohesión, clave en el desenlace
Uno de los elementos más reveladores del cónclave no fue solo el triunfo de Prevost, sino la incapacidad del frente anti Francisco para articular una candidatura firme y viable. El bloque que impulsaba un cambio radical en la dirección eclesial no solo no sumó apoyos, sino que terminó fracturado y neutralizado por su estrategia de confrontación.
Según Melloni, el discurso abiertamente antibergogliano terminó alienando a cardenales que, sin ser fervientes seguidores de Francisco, no estaban dispuestos a reeditar una etapa de polarización dentro del Vaticano. La presión por un “giro doctrinal” se leyó como un intento de restauración, y eso generó una respuesta pragmática: apoyar a un candidato capaz de mantener el equilibrio sin profundizar los conflictos.
En este escenario, Prevost se consolidó como el puente entre la continuidad del camino impulsado por Francisco y la necesidad de introducir un estilo propio, menos centrado en el carisma personal y más enfocado en la gobernanza episcopal y la escucha.
Los primeros gestos de León XIV: idioma, geopolítica y justicia social
La elección de Robert Francis Prevost como León XIV no solo tiene peso interno dentro de la Iglesia, sino que también envía señales políticas y simbólicas al mundo. Desde su primera aparición pública como Papa, optó por hablar en italiano y español, evitando el inglés, su lengua materna. Un gesto que puede leerse como una toma de distancia frente al eje político estadounidense y, al mismo tiempo, como un reconocimiento a la influencia latinoamericana que marcó el pontificado de Francisco.
Prevost, que nació en Chicago pero desarrolló gran parte de su formación y misión pastoral en Trujillo, Perú, tiene una trayectoria que conecta lo estructural del norte con la vitalidad misionera del sur. Durante su etapa como cardenal, ya había dejado en claro sus posturas: en febrero, criticó públicamente las declaraciones del senador republicano JD Vance, aliado de Donald Trump, por justificar políticas migratorias restrictivas. “Jesús no nos pide que clasifiquemos nuestro amor por los demás”, escribió en su cuenta personal de X (ex Twitter), acompañando el mensaje con una carta del Papa Francisco sobre migración.
Este posicionamiento, según Melloni, demuestra que aunque Trump haya ganado el voto de muchos católicos, no puede apropiarse del catolicismo como ideología. En ese sentido, León XIV representa una Iglesia comprometida con la justicia social, la compasión y la inclusión, y al mismo tiempo dispuesta a mantener el rumbo de reformas iniciado por su predecesor, con un estilo más centrado en la institucionalidad.
Con un perfil conciliador, firme y pastoral, el pontificado de León XIV se perfila como una etapa de continuidad reformista, pero con impronta propia, abriendo una nueva fase en la historia contemporánea de la Iglesia.