Analizan que el casco histórico de París sea para peatones y ciclistas
El ayuntamiento de París estudia restringir la circulación de vehículos por el casco histórico de esa ciudad, donde los atascos y el ruido son una pesadilla cotidiana para sus habitantes.
La capital de Francia es una de las que más embotellamientos padece dentro del contexto europeo.
Los números asustan: en 2018, los automovilistas pasaron en promedio 150 horas en los atascos. Y la tortura es aún mayor para los habitantes de la periferia que pierden varias horas diarias en el trayecto de la casa al trabajo, consigna France24.com.
La contaminación del aire y el ruido urbano completan el panorama de la crisis de la movilidad en la capital francesa, una urbe de poco más de dos millones de habitantes y 105 km2 compuesta por grandes bulevares pero también un laberinto de callejuelas estrechas poco adaptadas a la circulación de vehículos.
"El centro de París es el corazón histórico de la ciudad y sus calles son especialmente estrechas. Por lo tanto, no están diseñadas para un tráfico intenso como el que estamos experimentando actualmente", explicó recientemente al diario Le Parisien el delegado de transporte y movilidad del ayuntamiento, David Belliard.
La zona de tráfico limitado, que se aplicaría a partir del segundo semestre 2022 a los distritos I, II, III y IV de la ciudad, en la orilla norte del Sena, y en el norte del Boulevard Saint-Germain, en la orilla sur, permitirá reducir el ruido, recuperar el espacio para zonas verdes y luchar contra la contaminación ambiental y acústica.
No obstante, Belliard dejó claro que no se trata de eliminar íntegramente la circulación de autos ni de instaurar un peaje urbano como en Londres.
"Los vecinos, las personas con movilidad reducida, los taxis y los comerciantes del barrio podrán seguir accediendo" al centro, detalló.
El proyecto de restringir al máximo los coches en el casco histórico de la capital francesa, una promesa de campaña de la alcaldesa socialista Anne Hidalgo, que el año pasado revalidó su cargo a la cabeza de París hasta 2026, es visto con buenos ojos por la mayoría de los habitante.
Cada año París pierde 12.000 habitantes, que se instalan en la periferia de la capital o en provincia huyendo de la contaminación, el ruido, los transportes públicos atestados y el exorbitante precio del metro cuadrado.
No obstante, para los críticos, esta medida no hará más que colapsar las calles circundantes. "La situación mejorará en algunos lugares pero se degradará en otros", advierte -del lado opositor a la iniciativa- Olivier Blond, profesor de salud medioambiental del Instituto Católico de París.
Para evitar que las calles aledañas se conviertan en un caos permanentes y los barrios vecinos en estacionamientos al aire libre se necesita, en su opinión, un proyecto bien pensado que acompañe esta transición. "Esto significa reorganizar los transportes en común y definir nuevos planes de circulación a escala de la ciudad", dijo a la Agence France Presse, según el artículo del sitio.
La crisis sanitaria, que permitió dar un vistazo a lo que sería un París con menos coches, más bicicletas, menos prisas y un ambiente más sereno para dar paseos, aceleró esta revolución urbana.
Con el tráfico reducido por el confinamiento debido al covid-19, la alcaldesa Anne Hidalgo decidió el 30 de abril cerrar la calle Rivoli, un boulevard de casi tres kilómetros que atraviesa París, a los automóviles, para brindar más espacio para los peatones y ciclistas.
A largo plazo la región parisina planea crear 680 kilómetros de vías para ciclistas para pedalear del centro de París a la periferia. Cinco de esos ejes podrían estar listos para los Juegos Olímpicos de 2024. (NA)