Dolarización: ¿problema o solución?
Antes de preguntarnos si dolarizar es un problema o una solución cabe preguntarnos por qué no queremos nuestro dinero vernáculo.
Demandamos dinero porque sabemos que otros lo aceptarán en el futuro, porque podemos darle una medida de valor a las cosas y su poder adquisitivo, al menos, se va a mantener en un tiempo. Si no creemos en esto, lo vamos a aceptar lo menos posible. El dinero es una institución social, si desconfiamos de esta institución no lo demandamos. Y como todo bien económico, su valor depende de la utilidad que tenga, los servicios que ofrezca a su poseedor, y de su escasez relativa. Cuanto más aceptado y aumente su valor en el futuro, mayor será su valor y su demanda. Cuanto más abunda por sobre lo demandado, menor su valor.
Después de muchos años de pérdida del poder adquisitivo, rodrigazos, corralitos, planes bonex y cepos, es lógico que la sociedad no confíe en la moneda local ni en las reglas establecidas para cuidar su valor. Las autoridades monetarias del país se han encargado de mellar esta institución emitiendo dinero muy por encima de lo demandado para financiar déficits presupuestarios del Tesoro Nacional, por mucho tiempo.
Una autoridad monetaria con una moneda demanda tiene una herramienta poderosa para intervenir en la economía. Sin confianza, no hay moneda ni herramienta, en nuestro caso sería el Peso, con una demanda orientada a transacciones de poco monto o por especulación de corto plazo. La pérdida de valor sistemática de esta moneda es lo que percibimos como inflación, aumento generalizado del precio del resto de los bienes de la economía.
Sin moneda, no puede funcionar una economía moderna. Una solución a esto es establecer reglas aceptadas por la comunidad para la administración de la cantidad de moneda que no sean fácilmente vulnerables por las autoridades políticas de turno. Difícil.
Otra opción es adoptar una moneda que sea administrada por reglas y autoridades ajenas a la cultura nacional. El Dólar Estadounidense por ejemplo.
Salvando el hecho de que primero, para dolarizar la economía, se necesitan tener tantos dólares como para cambiar los pesos existentes a una tasa que no implique una devaluación brutal; como ser por ejemplo, que nuestro salario mínimo no termine equivaliendo a 20 dólares mensuales. Dada la dolarización, vamos a necesitar un conjunto de reglas en la economía real que permitan una flexibilidad de precios para amortiguar los shocks externos e internos. Eso significa que las empresas y personas puedan bajar sus costos y precios para adaptarse a una caída de la cantidad de dinero en el sistema. Dentro de los costos están los contratos de alquiler, el costo del capital, el costo de los servicios públicos, los impuestos, los salarios. Para poder revisar estos costos y bajar los precios será necesario un fuerte consenso y conocimiento social de las necesidades de tal ajuste. Esto requiere de reglas y contratos que permitan tal revisión. Difícil. Aquí se nos presenta el problema de la velocidad y el momento en que se realiza cada ajuste y se plantea una fuerte puja distributiva.
Si todos los precios caen lo suficientemente rápido, cualquier cantidad de dinero en el sistema es suficiente.
Un shock externo puede ser que Estados Unidos suba la tasa de interés y esto genere una salida de dólares en búsqueda de mayor rentabilidad, además las monedas de nuestros socios comerciales se deprecian y se pierde competitividad externa generando una caída de ingresos de dólares por menos exportaciones y más importaciones. Internamente el país va a tener que subir la tasa de interés porque va haber menos dinero, en el corto plazo se va a contraer la economía hasta que los precios caigan, se gane competitividad externa y la cantidad de dinero existente alcance para lubricar el nivel de actividad.
Un shock interno puede ser un problema climático que afecte a la producción agropecuaria, la caída de actividad y aumento de precios se compensarían con una caída de los precios del resto de los bienes de la economía.
En fin, la dolarización funcionaría con un arreglo institucional que permita el ajuste de precios a la baja, incluidos salarios, contrato de servicios, alquileres, tasas de interés y un sistema bancario con altos encajes para evitar corridas sin respaldo, ya que aquí no existirá el prestamista de última instancia que imprima dinero para solventar el sistema financiero.
Si queremos una moneda nacional, vamos a necesitar un arreglo institucional que respalde fuertemente las reglas de administración de esta, para que no sea permeable a las necesidades políticas de corto plazo. Elija su propia aventura.
* Mgter. Martín Nascarella: Analista y Consultor Económico. Docente de las Dipl. en Asesoramiento Financiero y Negocios Inmobiliarios de la Universidad Blas Pascal.
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