Nuestro sistema alimentario está empujando a la naturaleza al borde del abismo
En la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, dos de los temas de discusión clave fueron cómo ayudar a nuestro planeta y cómo dar forma a la cuarta revolución industrial. A medida que se vean afectadas estructuras socioeconómicas completas, se requerirán más enfoques cooperativos entre sectores y geografías para cerrar las brechas y construir un futuro sostenible. El sistema alimentario es una estructura global que está lista para la transformación.
Durante demasiado tiempo, hemos tratado de cerrar las brechas pensando en situaciones de cara o cruz. La evolución como raza humana ha tenido un costo alto para la naturaleza, ya que se enfrenta a la industrialización, la tecnología, los viajes, etc. Sin embargo, ahora necesitamos un nuevo acuerdo, en el que los humanos y el planeta prosperen juntos. Ello resulta especialmente cierto en el sistema alimentario: debe proveer nutrición mientras protege la biodiversidad; debe utilizar y proteger los recursos naturales; debe garantizar tanto la salud humana como la del planeta. La naturaleza ya no puede sufrir por la manera en que producimos, consumimos y desechamos alimentos.
La buena noticia es que, según estudios recientes, si reducimos de manera considerable el desperdicio de alimentos, mejoramos las prácticas y tecnologías agrícolas y cambiamos nuestras dietas, es posible mantener el sistema alimentario dentro de los límites planetarios. Reducir a la mitad la pérdida y el desperdicio de alimentos podría mitigar el impacto ambiental del sector hasta en una sexta parte. El aumento global de las tecnologías agrícolas disponibles en la actualidad podría reducir aproximadamente a la mitad los impactos en el uso de las tierras de cultivo y de fertilizantes, y la extracción de agua dulce. El cambio en la dieta es sumamente importante: las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la producción de alimentos podrían reducirse en más de la mitad si se adoptaran a nivel mundial dietas basadas principalmente en el consumo de alimentos vegetales, con un consumo modesto de carne.
Sin embargo, esta evolución de la dieta no debería significar la eliminación universal de ciertos alimentos. Siempre debemos adaptarnos a lo que está disponible a nivel local y asequible. Las dietas son muy personales y se ven influenciadas por las culturas locales y las elecciones individuales. No podemos ofrecer fórmulas sobre lo que las personas deben comer, pero es posible que cada persona del planeta escoja a conciencia los alimentos con menor impacto ambiental. Podemos trabajar juntos para alentar las dietas deseables y equilibradas.
Si consideramos el equilibrio, el primer paso y el más lógico es obtener una nutrición adecuada al asegurarnos de que comemos dentro de las directrices dietéticas nacionales. Más allá de eso, por el bien de la salud de nuestro planeta, podemos reemplazar los alimentos con el mayor impacto ambiental, o reducir los impactos de los alimentos que comemos, o ambos. Por ejemplo, diversificar las fuentes de proteínas puede ayudar a enfrentar los problemas del uso de la tierra y las emisiones, mientras que ampliar la variedad de plantas que comemos puede ayudar a proteger la biodiversidad. Podría sorprender a algunos que obtengamos más del 50 % de nuestras calorías de origen vegetal de solo tres cultivos, a pesar de que históricamente se han usado más de 5000 cultivos para alimentos.
Una dieta equilibrada debe ir acompañada de medidas que aseguren que nuestros productos alimenticios se producen mejor, de una manera sostenible y se consumen preferentemente en forma estacional y local. Si observamos detenidamente nuestras dietas, la mayoría de nosotros notará que gran parte de nuestra comida no cumple con este criterio. Uno de los problemas que enfrentan los consumidores es la rastreabilidad confiable. En un ejemplo de cómo la revolución tecnológica puede beneficiar al planeta, WWF y BCG Digital Ventures lanzaron recientemente una iniciativa basada en la cadena de bloques para facilitar la rastreabilidad. Con solo un teléfono móvil, los consumidores pueden rastrear de dónde provienen sus alimentos y cómo llegaron a su plato.
En cuanto a la proteína animal, la carne es una fuente de nutrición y medios de vida, pero cuando se produce mejor va más allá de esto: no solo preserva la naturaleza, sino que la mejora. Hay muchos entornos y biomas que no son adecuados para la agricultura o que requerirían una conversión a gran escala a tierras de cultivo para generar alimentos. Algunos son prados naturales que no necesitan transformarse para la ganadería. Al manejarlos como praderas y utilizarlos para la carne, podemos evitar convertir otras áreas, como los bosques tropicales, por ejemplo. Al mismo tiempo, mediante el pastoreo y la fertilización natural de estas tierras, el ganado podrá asegurar hierbas saludables y una tierra de alta calidad. La mayor capacidad para almacenar agua, absorber el carbono y ofrecer un hábitat para la flora y fauna más diversas ayudan a mitigar un poco el impacto climático de la fermentación entérica. Al igual que cualquier alimento, la carne siempre tendrá una huella ambiental, aunque estos aspectos positivos se reconocen cada vez más.
Hay cosas que todos podemos hacer para acercarnos a un sistema alimentario que proteja a la naturaleza y brinde alimentos saludables y nutritivos para todos. Sin duda, como consumidores, podemos hacer el esfuerzo de elegir dietas deseables y bien equilibradas, podemos ayudar a ahorrar un tercio de los alimentos que se desperdician al cambiar la manera en que compramos, cocinamos y comemos, y podemos exigir la misma ética de producción a quienes cultivan, obtienen y proveen nuestra comida. Sin embargo, las empresas, los gobiernos y los financiadores no pueden darse el lujo de esperar a que la presión de los consumidores tome medidas. El sistema alimentario es la mayor amenaza para el medio ambiente, por lo que es necesario que actuemos. Todos debemos mirar más allá de los intereses egoístas a corto plazo para implementar políticas y prácticas que impulsen la diversificación de lo que se cultiva, un enfoque más sostenible de la agricultura y la ganadería, y estructuras de distribución y precios que aseguren que los productos sean económicamente viables para los productores, y estén disponibles y sean asequibles para las masas.
A medida que procuramos conseguir dietas deseables y equilibradas, debemos ser realistas en cuanto a cómo se pueden aplicar en lugares con diferentes hábitos de alimentación. Indudablemente, nuestro sistema alimentario está globalizado, pero no podemos intentar aplicar soluciones globales a las culturas alimentarias locales. Cada vez más, se vislumbra una dieta global; sin embargo, las recomendaciones deben tener en cuenta la accesibilidad y las culturas alimentarias locales. No siempre las familias pueden reemplazar los alimentos de alto impacto en su dieta; necesitan comer lo que pueden producir o comprar localmente. Su salud y nutrición deberían ser lo primero, pero una buena solución sería ayudarlos a comprender mejor los impactos de lo que comen de modo que puedan encontrar su propio camino hacia una dieta más sostenible.
Como nuestro planeta, el sistema alimentario está actualmente en rojo; extrae más de lo que se puede sustentar y estamos empujando la naturaleza al borde del abismo. Sin una acción concertada, para el año 2050 el impacto ambiental del sistema alimentario podría aumentar en un 50 a 90%. Ya no tenemos que elegir entre uno u otro, simplemente no existe una alternativa sostenible a un sistema alimentario que garantice la salud de las personas y el planeta.
Como nos recordó Sir David Attenborough en Davos, la naturaleza no solo es simplemente un concepto bonito. Tenemos que reconocer que cada bocanada de aire que respiramos, cada bocado de comida que ingerimos proviene del mundo natural. Para que nuestro sistema alimentario prospere, la cuarta revolución industrial (4IR) debe estar respaldada por un nuevo acuerdo para la naturaleza y las personas. Ese será el factor realmente revolucionario de nuestro progreso como especie: estaremos sirviendo a nuestro planeta, así como a nosotros mismos.
João Campari, líder Global de la Práctica de Alimentos, WWF Internacional