El abrazo de Verónica

Opinión 14 de junio de 2020 Por Moira Corendo
El cuerpo de Verónica Natalia Tottis, de 44 años, fue encontrado el jueves 4 de junio calcinado dentro de su camioneta sobre la banquina de la ruta provincial n° 13.
Verónica Natalia Tottis

El cuerpo de Verónica Natalia Tottis, de 44 años y madre de dos hijos, oriunda de Las Varillas, Córdoba, fue encontrado el jueves 4 de junio calcinado dentro de su camioneta sobre la banquina de la ruta provincial n° 13, entre las localidades de Villa del Rosario y Río Segundo. Su esposo, Julio Saluzzo de 45 años, fue detenido por orden de la fiscal Patricia Baulies a cargo de la Fiscalía de Instrucción de Río Segundo, sospechado de ser el autor del asesinato, empero, no determinado como femicidio. El Ministerio Público Fiscal declaró que Baulies calificó la causa como homicidio agravado por el vínculo y violencia de género y, asimismo, que cuentan con pruebas muy objetivas y contundentes que lo incriminan: “No tiene que ver con testigos, sino con pruebas científicas y de la tecnología que han permitido ubicar a este hombre en el lugar, al momento del hecho. Cuando hablamos de femicidio, hablamos de una relación asimétrica de poder donde el hombre ejerce dominación, había un problema de pareja de larga data y un problema de violencia de él hacia ella”. Su hijo de 18 años, despidió a Verónica por medio de su cuenta de Instagram expresando: “No existen palabras, no encuentro motivos. Necesito abrazarte, sé que estas entre nosotros, pero no te veo, solamente puedo sentirte y sé que no te vas a ir nunca, quizás Dios te necesitaba más que nosotros, no lo sé. Sé que te amo hasta el final de mis días. Gracias por todo mamá. Hasta siempre”. 

El poder judicial hará su trabajo y Julio Saluzzo será condenado o absuelto según se compruebe o no el asesinato o el femicidio, pero ¿mientras tanto qué?, mientras tanto quien alivia el inmenso dolor de sus hijos, de tener que armar sus vidas rotas en pedacitos después de que este hecho las trastorne para siempre, de querer abrazar a su madre, de sentirla pese a la muerte. 

El cuerpo de la mujer sigue siendo colonizado por el varón y los femicidas, en rasgos generales, se sienten interpelados por la libertad de ellas, las matan aún en desmedro de su propio bienestar, aun sabiendo los riesgos que corren; resulta más imperioso impedir la libertad de la víctima, aunque eso implique perder la suya, matándola como señal de territorialidad, de poder soberano, como significante de cosificación. Que el cuerpo de Verónica haya aparecido calcinado es una muestra de la intención comunicacional del asesino, quien decide matarla decide al mismo tiempo convertir la muerte en su sistema de información, emitiendo un mensaje hacia su familia, un mensaje de autoritarismo hacia otras mujeres, de ejemplificación hacia otros varones, mostrando explícitamente a quien creía él que pertenecía ese cuerpo. Quemándola cual, si fuera una hoguera utilizada entre los siglos XVII y XIX, borrando cada fibra, apropiándose de ella hasta en el último instante, reduciéndola solo en cenizas, no hace más que mostrar un buen hijo del patriarcado haciendo su sanguinario trabajo, aleccionado por él desde pequeño, conformado por matrices de aprendizaje machistas.

No obstante, no todos los varones son femicidas y todos han sido constituidos subjetivamente por el mismo orden socio histórico. ¿Porque entonces algunos matan y otros no, porque algunos son violentos y otros no? Las causas engloban una gran multiplicidad de factores, pese a esto podemos decir, que tal vez sea porque al sentirse interpelados en su masculinidad, en lugar de ejercer la violencia, cuestionan sus matrices de aprendizaje, revisan su grado de vulnerabilidad ante la frustración, siendo cada vez más los que se deconstruyen día a día tratando de salir de ese modelo opresor hacia la mujer, abordando las propias contradicciones dentro de su masculinidad, viendo horrorizados como un semejante asesina a una mujer sólo por serlo, luchando codo a codo en esta causa que no es sólo de mujeres, sino que nos involucra a todos. Algo se está moviendo, algo está cambiando y la muestra de ello es el acaecimiento de la condena social hacia los femicidios y la modificación paulatina de las representaciones sociales.

Nunca antes los femicidios tuvieron tanta visivilización como ahora, y, sin embargo, las mujeres seguimos muriendo. No alcanza con darlos a conocer, no alcanza con proclamar nuevas leyes; el trabajo se debe hacer en el territorio, en la comunidad, trazando redes, conociendo las historias, interiorizándonos de lo que le pasa a nuestra vecina, denunciando, sosteniendo. No vamos a dejar de reclamar que se declare la ley de emergencia nacional en violencia contra las mujeres, vamos a continuar solicitando estatutos presupuestales de prevención, no nos vamos a cansar de exigir justicia por Verónica y por tantas otras, para que ningún otro hijo tenga que abrazar a su madre asesinada, para que, ni aún hechas cenizas, ni aún calcinadas en una hoguera, se borre nuestra libertad. 

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