A cincuenta años de su muerte, Luis Eduardo Santillán vive en su gente
Nacido en Río Segundo, alumno de uno de los viejos IPEA de nuestra Córdoba, comprometido con la realidad de su lugar y su gente. Esa es una mínima descripción de Luis Eduardo Santillán, el joven que encontró hace 50 años el final de su vida terrenal.
Pero aquel 29 de septiembre de 1974 él nació a la devoción de quienes lo conocieron y quisieron, de quienes buscaron justicia y certeza. Esas personas que encontraron manos amables que las contuvieron y ayudaron a llegar a este momento.
Luis Eduardo Santillán. Foto: Gentileza.
Los interrogantes, las dudas sobre el destino final de aquel muchacho, finalmente se despejaron. Hoy sus restos están en el Cementerio de Río Segundo y su comunidad lo recuerda y homenajea.
La historia del Sayri Sanavirón Kanchary, Luis Eduardo Santillán, pudo cerrarse de cierto modo. Su familia, sus seres queridos, la Comunidad de Sanavirones Kancharys del Xanaes, encontraron algunas respuestas. Con la necesaria y apreciada ayuda de autoridades de Río Segundo, como su intendente, Darío Chesta, y el titular del Concejo Deliberante, Ricardo Granja; el trabajo de magistrados y funcionarios del Poder Judicial, y el profundo deseo de saber, de encontrar la verdad ocultada durante décadas, finalmente se pudo descorrer el velo oscuro que cubría la historia de alguien que es considerado un ser de luz por su comunidad.
Homenaje a Santillán en el Archivo de la Memoria, ciudad de Córdoba. Foto: Gentileza.
Luis Eduardo Santillán enseñaba a leer y escribir a la gente de su lugar, y transmitía la sabiduría de su linaje. “No quiebres las alas de los sueños de tus hijos, enséñale a amar la tierra, acariciar el Sol, amar las estrellas, conversar con la lluvia, el viento y la Luna”, es una de las frases atesoradas como legado de aquel joven, líder de su comunidad.
Paxi Quillan, la mujer que lideró la búsqueda de la verdad para Santillán. Foto: Gentileza.
Pasaron 50 años del momento fatal, del balazo asesino, de las manos manchadas de sangre que pretendieron hundirse en la impunidad. Pero, como casi siempre pasa, Dios, la Naturaleza, la Vida, siempre terminan haciendo justicia. Hoy Luis Eduardo Santillán está más vivo que nunca, en estas líneas, en los corazones de sus seres queridos, en el alma de su comunidad, en el respeto y homenaje de la sociedad que lo vio nacer y hoy guarda sus restos.