Infancias Trans, infancias libres

Opinión 06 de julio de 2019 Por Moira Corendo*
La identidad del sujeto es desarrollada en dos planos: el subjetivo y el social, es lo social lo que se internaliza en la subjetividad y le da forma a la noción de identidad que además se conforma como vivencial y conceptual.
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La identidad del sujeto es desarrollada en dos planos: el subjetivo y el social, es lo social lo que se internaliza en la subjetividad y le da forma a la noción de identidad que además se conforma como vivencial y conceptual.

Catalina volvió ese martes de la sala de 4, su mamá la había ido a buscar como todos los días sin notar ninguna diferencia. Cuando llegaron a su casa Cata le dijo, con la media lengua propia de su edad, pero que ella comprendía perfectamente: “no quiero formarme más con las nenas, quiero formar con los varones, pero la Seño no me deja”. Su mamá, lejos de desestimar el comentario, sólo le preguntó si estaba segura, ella respondió: “Si, quiero ser un varón que forme con varones”. Ese día, Cata pudo explicitar su sentir, pero no era la primera vez que, desde lo implícito, su mamá observaba sus deseos de ser distinta. A partir de allí, la familia comenzó el camino hacia Matías, es decir, hacia la construcción de la identidad de Matías. Ese es el nombre masculino, desde una concepción binaria, que había pensado su mamá cuando estaba embarazada, ahora no es sólo un nombre, sino que en él se abraza la transformación dialéctica de Matías, que contiene a la Catalina que luchó por ser Matías.

Los primeros pasos no fueron nada fáciles, se cerraron algunas puertas, pero se abrieron otras, necesitaron ayuda profesional y un equipo interdisciplinario que abordara tanto la salud física como psíquica de Matías, durante varios años; un dispositivo que lo contuviese para lograr integrar este nuevo Yo, que hasta ese momento estaba por momentos desintegrado, escindido y por momentos integrado a situaciones que le resultaban ajenas a su sentir. Además, la familia necesitó apoyo para realizar el duelo de Catalina y elaborar el nacimiento de Matías.

La obra social costeó los honorarios de los profesionales. La Institución Educativa a la que asiste se resistió al comienzo, propio del desconocimiento y de la conmoción, fundada en las matrices de aprendizajes de la concepción heteronormativa varón – mujer, que les provocaba que Matías fuera el primer alumno trans del establecimiento. Le expresaron a sus padres algunos dichos como: “Cuando Catalina se vista de varón podrá formar fila con ellos y utilizar el baño de varones, no antes”, no contemplando así el proceso de subjetivación hacia la deconstrucción paulatina por la que iba atravesando esta familia. No obstante, su Seño, pese a no tener el consentimiento de los directivos, lo autorizaba a formar con los varones la mayoría de los días. Fue ella quien sirvió de nexo entre la familia y los directivos para que poco a poco, y ya alejados de la negativa inicial, Matías pudiera funcionar en la escuela como cualquier otro varón. La Institución, al tiempo que Matías, también comenzó una deconstrucción en la que tuvo que aggiornarse, informarse y educarse para cumplir con las demandas de este alumno y logró acompañarlo en su proceso identitario. No es casual que Matías haya exteriorizado por primera vez la necesidad de operar acorde a su sentir como varón, luego de comenzar su paso por la escolaridad. Es en la Escuela donde se produce la primera manifestación del mundo fuera de los límites del hogar, allí nos encontramos con reglas diferentes a las familiares y la sociedad nos interpela por primera vez, designándonos si pertenecemos a la norma o quedamos por fuera.  

Matías pudo percibirse a sí mismo, con sus apenas 4 años, como alguien que no quería ser, pudo expresarlo y el medio social al que pertenece lo acompañó hasta que se sintió él mismo. Como expresión de nuestras representaciones sociales, solemos enunciar que estos sujetos nacen en un cuerpo equivocado, desde mi punto de vista, Matías no nació en un cuerpo equivocado, el cuerpo de Matías es suyo y él lo respeta como tal, lo cuida, lo valora, no necesita modificarlo para sentirse varón, y si acaso lo necesitase, es suyo y sólo suyo, para decidir sobre él. Ha nacido en otra época, donde, después de algunas cruzadas, se respetaron sus derechos, es escuchado y valorado por quien es. Quizás los Matías venideros puedan serlo peregrinando aún menos y demostrando aún más que son un ejemplo del salto en calidad que estamos dando como sociedad; todavía falta mucho, es verdad, pero las permanentes transformaciones dialécticas nos conducirán finalmente a un futuro sin géneros, respetando la diversidad y viviendo en ella con libertad.

*Moira Corendo: Psicóloga Social

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