El mundial Sub-20 y sus implicancias políticas, aunque la FIFA lo niegue
El campeonato mundial sub-20 regresará a Argentina durante el mes de mayo, luego de la experiencia en 2001, que culminó con el equipo que dirigía Néstor Pekerman logrando un nuevo título. La diferencia con aquella oportunidad es que nuestro país fue elegido para albergar el evento cuando la FIFA decidió el 29 de marzo quitarle la sede a Indonesia, luego de que el gobernador de la Isla de Bali, protestara públicamente y solicitara al gobierno de ese país que Israel no participe de la cita mundialista. En un nuevo capítulo de la notoria influencia de la política para con el fútbol.
En una carta dirigida al Ministro de Deportes, el gobernador Wayan Coster, solicitó al gobierno que prohíba la participación de la selección juvenil israelí, aduciendo una cuestión de Estado ya que Indonesia no tiene relaciones diplomáticas con Israel, debido a que el país apoya fervientemente la causa palestina y es uno de los ejes de la política exterior indonesia, ya que es el país más poblado de mayoría musulmana del mundo.
El presidente, Joko Widodo, declaró que su gobierno era “consistente y firme en la lucha y el apoyo a la independencia de una nación palestina y en el apoyo al logro de una solución de dos Estados”, elevando las tensiones políticas por el evento. En ese mismo sentido, las manifestaciones públicas en contra de la presencia de la selección de Israel fueron en aumento especialmente en la capital, Yakarta, como así también al interior del partido gobernante, el Partido Democrático de Lucha de Indonesia, aumentó la presión sobre el Presidente para prohibir la participación de Israel en el campeonato, luego de que lograra la clasificación por primera vez en su historia a comienzos de este año.
A pesar de que el Presidente de Indonesia pidió “no mezclar deporte y política”, la posición geopolítica y las protestas al interior de ese país, hizo que la FIFA le retirara la organización del campeonato mundial juvenil. El historial de corrupción y de violencia en el fútbol en Indonesia es abrumadora, la seguridad en los estadios es escasa y, a pesar de eso, la FIFA había otorgado el campeonato, siguiendo siempre sus negocios. En octubre pasado, ocurrió una de las peores tragedias de la historia: 135 personas murieron y 547 fueron heridas luego de una avalancha humana producida por disturbios entre simpatizantes y la policía en el interior de un estadio en la Isla de Java.
Ese antecedente no pesó para la FIFA, pero sí la posición política del gobernador de Bali. Así, a pesar de la posición oficial y que se plasma en el propio Estatuto de la FIFA de ser “una entidad apolítica”, la entidad rectora del fútbol mundial y por cuestiones estrictamente políticas, le retiró la organización al país asiático. Gianni Infantino, le notificó la resolución al presidente de la Federación Indonesia de Fútbol, Erik Thohir, sin la posibilidad siquiera de apelar la decisión, bajo el pretexto de que no estaban dadas las condiciones “debido a las circunstancias actuales”. Indonesia también se enfrenta a más sanciones por parte de la FIFA, incluida una posible exclusión de las eliminatorias asiáticas para la Copa del Mundo 2026.
La situación de Israel en el mundo del fútbol está atravesada por motivos políticos. No participa de la Asociación Asiática (AFC), ya que fue expulsada en 1974, pasando a integrar la Confederación de Fútbol de Oceanía (OFC) para las eliminatorias del mundial ´78. Finalmente, fue aceptada en Europa por la UEFA primero provisoriamente y luego como miembro pleno desde 1994, como una forma de evitar enfrentamientos desde lo futbolístico con sus vecinos árabes de la región. Mientras que Indonesia también ya tenía antecedentes de su rechazo a la selección de Israel, cuando para las eliminatorias de Suecia 1958 se negó a enfrentar a la selección israelí, actitud que imitaron luego Turquía, Egipto y Sudán. La historia se repite y siempre está atravesada por motivaciones políticas, a pesar de que la FIFA intente negarla.
Conocida la salida de Indonesia como anfitrión, las autoridades de la AFA comenzaron la tarea de postular a Argentina para albergar el campeonato juvenil, aprovechando el envión que significó la obtención de la Copa Mundial en Qatar y porque nuestra selección no había clasificado al campeonato debido a un pésimo campeonato clasificatorio juvenil en Colombia a principios de este año. El crecimiento de la figura de Claudio Tapia ha sido exponencial, potenciado por la obtención de la Copa Mundial y gracias a ello sus conexiones con la élite del fútbol mundial son cada vez más evidentes: logró mudar la Super Copa Argentina a Arabia Saudita, ponerse al frente de la candidatura de Argentina para el mundial 2030 y ahora la obtención de la organización del campeonato mundial sub-20, buscando el séptimo título en esta categoría, cuando deportivamente la selección argentina no había logrado su clasificación.
Asimismo, esta organización puede significar un alivio para el propio gobierno argentino ya que se estima que el evento representaría un ingreso de divisas no previstas al país gracias al turismo receptivo, y se calcula desde el Ministerio de Economía, que unas 230 mil personas podrían llegar a Argentina, dejando un ingreso de aproximadamente 600 millones de dólares a una economía que está ávida de divisas. A su vez, las 24 delegaciones más el público que asista, puede significar un impulso extra a las economías regionales como así también el potencial empleo que se genera alrededor de este acontecimiento.
El campeonato aún no se inició pero su organización ya se ha envuelto en un escándalo, debido al fuerte rumor que circuló en la esfera pública, de que la FIFA había solicitado al gobierno de Mendoza, una de las sedes confirmadas, que retirara el nombre de Malvinas Argentinas al estadio mundialista de esa ciudad, por simplemente el nombre “Estadio Mendoza”, para no tener implicancias políticas en virtud del conflicto que nuestro país mantiene con Inglaterra por el archipiélago atlántico, todo ello en virtud de la restricción de la FIFA de manifestaciones políticas en el ámbito de las competencias organizadas por la entidad.
La ciudad de Mendoza fue elegida como plaza para albergar catorce partidos del campeonato. Esa elección tuvo como condicionamiento alterar -al menos durante la duración del torneo- su nombre ya institucionalizado desde la finalización del conflicto bélico en 1982. A pesar de este pedido, la FIFA parece no recordar que en la edición disputada en 2001, Mendoza fue sede del evento y nada se dijo respecto al nombre del Estadio mundialista, donde se disputó uno de los grupos conformado por Ucrania, Chile, China y Estados Unidos. En la presente edición, al haber clasificado Inglaterra al campeonato, se evidencia una manipulación política del evento para satisfacer los intereses ingleses de invisibilizar la lucha argentina sobre nuestras islas Malvinas ocupadas ilegalmente desde mediados del siglo XIX.
Rápidamente, los rumores de este condicionamiento de la FIFA se esparció por nuestro país, produciendo un férreo rechazo de la ciudadanía en general, los excombatientes y sus familias, como así también por parte del arco político nacional. Al respecto, el Secretario del Departamento Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería, Guillermo Carmona, se manifestó a través de la red social Twitter y mencionó que su despacho ni personalmente “no recibió consultas de la provincia de Mendoza en relación a la supuesta solicitud de FIFA de cambio del nombre del Estadio Malvinas Argentinas para su designación como sede del Mundial Sub-20”. El Ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, también se manifestó diciendo que “Participé de las reuniones con los delegados de FIFA, con el Presidente de la AFA Chiqui Tapia, y en ningún momento se mencionó la posibilidad de cambiarle el nombre al estadio Malvinas Argentinas de Mendoza. Y si eso hubiera pasado no lo hubiéramos aceptado bajo ningún concepto”.
Una vez que el tema ganó estado público, desde el Ministerio de Cultura y Turismo de Mendoza aclararon que la propia FIFA había solicitado que cada sede será denominada por el nombre de la ciudad. También se alterará el nombre de las otras sedes: el Bicentenario de San Juan; el Diego Armando Maradona de La Plata (donde se jugará la final), y el Madre de Ciudades de Santiago del Estero (en el cual se disputará el partido inaugural) y la FIFA los denominará por el nombre de la ciudad donde están y no por el nombre del estadio. En una nueva imposición, intentan a través de ello borrar la identidad de los estadios.
Más allá de estas consideraciones, la FIFA a pesar de su pretendido apoliticismo, continúa siendo una corporación internacional que está atravesada por los intereses de las grandes potencias, el capital concentrado y responde a ellos, sin importar donde se localice el evento. Puede otorgar campeonatos mundiales a Estados que violan sistemáticamente los Derechos Humanos, puede retirar esas candidaturas cuando chocan con sus intereses o de sus aliados o puede expulsar a selecciones de las competencias (como lo sucedido con Rusia el año pasado). La FIFA tiene en su haber un largo historial de complicidad con dictadores, genocidas, reyes y jeques cuyos métodos políticos son violatorios de los Derechos Humanos. Allí la política no importa, solamente importa ser socios por conveniencia para usufructuar el negocio del fútbol.
La FIFA vuelve con su idea de “no mezclar política con deporte”, pero se olvida que es una entidad eminentemente política y todo lo que realiza tiene componentes políticos, mostrándolo a lo largo de su historia, sin ir más lejos miró para otro lado en la edición de la Copa del Mundo 1978 en nuestro país con un gobierno dictatorial y genocida. Su nueva víctima, es el campeonato Mundial Sub-20 que toca el orgullo, primero, de un país como Indonesia y ahora al pueblo argentino en su fibra más íntima: las Islas Malvinas. A pesar de la FIFA, el Estadio seguirá siendo el “Malvinas Argentinas”, incluso durante el Mundial Sub-20.
* Adrian Tuninetti: docente de la UBP en Abogacía y Relaciones Internacionales.