Bullying, encrucijada escolar
Febrero avanza y con él comenzamos a pensar en las compras escolares, un largo año estudiantil tenemos por delante que aún no comienza, pero ya nos abruma un poco, mochilas, útiles y todos sus costos, vamos tratando de adecuar nuevamente los horarios laborales a la escuela, podríamos decir que nos vamos preparando para ella.
Sin embargo, para lo que no estamos preparados es para el bullying, ningún tipo de previsión será suficiente si nuestros hijos sufren alguna discriminación escolar; nos toma por sorpresa y nos fragiliza momentáneamente hasta que poco a poco, vamos incorporando las herramientas necesarias para volvernos a integrar frente a la situación puntual que debemos enfrentar como familia.
Hace algunos años no conocíamos el significado de esa palabra que ni siquiera pertenece a nuestra lengua, pero ahora sí, sabemos a qué se refiere, y esto tiene su causal en el enorme movimiento social que se ha realizado a nivel mundial por los derechos humanos, los derechos de integración, el respeto a las diferencias. Comprendemos que es un tipo de violencia, simbólica y también física, dependiendo el caso, en la que se presenta uno o varios acosadores y su contrapunto, son víctimas de los mismos, para que la ecuación se mantenga en el tiempo debe incluir cómplices que omiten el claro sufrimiento manifestado por un niño que está siendo acosado, la responsabilidad de evitarlo es conferida plenamente a los adultos. Ver a nuestros hijos como víctimas de alguien no es nada fácil, no obstante, ser encubridores del silencio que la situación conlleva, debería implicarnos la misma conmoción.
La sociedad va avanzando hacia el camino de la diversidad y el respeto, lo que produce a su vez variadas manifestaciones discriminativas que se traducen en resistencia al cambio social, ocasionando, por ende, un saboteo constante a la integración. En nuestra generación, las burlas fueron tan estereotipadas a la trayectoria conductual, que no nos sorprendía para nada ser víctimas de las mismas, era esperado, no así agradable, que un “amigo”, nos dijera gordo, negro, feo, cuatro ojos.
"Las burlas fueron tan estereotipadas a la trayectoria conductual,
que no nos sorprendía para nada ser víctimas de las mismas,
era esperado, no así agradable, que un “amigo”,
nos dijera gordo, negro, feo, cuatro ojos.
Muchas veces lo soportábamos para pertenecer a un grupo de pares, otras lo naturalizábamos como parte inherente de la escuela, lo sufrimos, claro que sí, pero lo superábamos en general a base de mecanismos defensivos como la negación. Ese bagaje discriminatorio con el que hemos crecido, ha quedado en nuestro psiquismo y pugna por salir como todo lo reprimido, a veces es exteriorizado con más discriminación u hostigamiento y a veces con estar alerta a quien lo hace, pero de alguna u otra manera es manifestado.
El sufrimiento psíquico que la discriminación provoca quizás haya logrado que seamos una sociedad que se menosprecia a sí misma, que no se respeta, hemos sufrido las consecuencias de la violencia, pero también las hemos infligido aun sabiendo el dolor causado; nos hemos dirigido así, unos a otros, maltratando, destratando y remarcando las diferencias. ¿Quizás contengamos una gran parte jactanciosa que devenga de quien no lográbamos ser y ahora actuemos igual que aquel que nos discriminó? ¿Discriminamos porque así lo hemos aprehendido, sólo porque nosotros fuimos resistentes al acoso escolar?
"¿Discriminamos porque así lo hemos aprehendido,
sólo porque nosotros fuimos resistentes al acoso escolar?"
Es gratificante saber que ahora se puede tratar el tema, que haya instituciones donde se puedan denunciar estos actos, que las escuelas puedan tener procedimientos para su detección y erradicación; pero esto es una tarea de todos, no sólo de la Institución Educativa, sino que, en cada hogar se debería poder discutir el tema, no basta hablar con los niños para que no permitan que sean discriminados, sino fundamentalmente para que no discriminen, y eso señores, comienza por nosotros los padres.
Cuando un niño enuncia una frase discriminatoria, es porque alguien en su hogar la dijo, alguien muy cercano a su constitución subjetiva lo está formando sobre bases discriminatorias. Podemos contar con un discurso ayornado a la integración, pero después, en pequeñas cosas, discriminamos, no toleramos al diferente, nos burlamos; ese acto tan simple y hasta falto de consciencia, tira por la borda todo nuestro discurso. La escuela no enseña a discriminar, si bien puede o no fomentarla, pero el aprendizaje comienza en cada hogar, con cada familia.
"Cuando un niño enuncia una frase discriminatoria,
es porque alguien en su hogar la dijo,
alguien muy cercano a su constitución subjetiva
lo está formando sobre bases discriminatorias."
Este año, podemos preparar la mochila, pero al mismo tiempo estar atentos a cómo nuestros hijos se refieren a sus compañeros, cómo los nombran, cómo se manifiestan ante la heterogeneidad. No estamos exentos como familia de que sufran bullying, pero tampoco de que sean nuestros propios hijos los que lo desplieguen. Dependiendo de la sensibilidad, susceptibilidad e historicidad de cada persona, es como será tomado un comentario, inocente para algunos, discriminador por muchos. Toda esa experiencia negativa que tanto nos ha marcado, podríamos usarla en educar a las próximas generaciones en respeto y valoración, generaciones que no son parte de una utopía difícil de imaginar, sino que son cada familia a la que pertenecemos.
Por: Moira Corendo
Psicóloga Social