No nos entra en la cabeza

Opinión 05 de diciembre de 2021 Por Marcela Ubaid *
Cualquier daño físico o psicológico no accidental contra un/a menor es maltrato. Las definiciones resultan obvias, pero es necesario pensar en clave de prevención sobre qué indicadores son aquellos que pueden estar asociados a algún orden de maltrato.
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Lucio nos duele. Apagamos la radio porque nos resulta insoportable. Puede que nos neguemos a verlo, pero negarlo sólo lo invisibiliza.

Había alertas, internaciones frecuentes, fracturas, traumatismos. Parece haber sido difícil dar lugar a que ocurriese la pregunta sobre qué pasaba con este niño, la duda, alguna sensación de extrañeza que permitiera ver los abusos.

Cualquier daño físico o psicológico no accidental contra un/a menor es maltrato. Estos daños son ocasionados por sus padres/madres o cuidadores/as como resultado de acciones físicas, sexuales o emocionales de omisión o comisión, que amenazan el desarrollo normal, tanto físico como psicológico del/la niño/a. Los contextos varían…puede ocurrir en las aulas, entre iguales, en la familia, por fuera de las familias.

Las definiciones resultan obvias, pero es necesario pensar en clave de prevención sobre qué indicadores son aquellos que pueden estar asociados a algún orden de maltrato.

Estos indicadores son signos o síntomas de disfuncionalidad o anomalía en el desarrollo, que no corresponden con el momento evolutivo que transita el/la niño/a y que no responden a causas orgánicas.

Lo fundamental es lo que indican: indican que algo sucede.

En término de generalidades, y con la prudencia con la que las generalidades deben ser leídas, el sufrimiento puede manifestarse de diversas maneras, con síntomas persistes y asociados: señales físicas repetidas como moretones, lesiones, quebraduras, fracturas; falta de cuidados médicos básicos; ausencia de higiene (ropa sucia e inadecuada , mochilas en mal estado con envases y desperdicios de tiempo atrás, desatención de la higiene corporal); cansancio o apatía permanente (se duermen en clase, refieren que no durmieron en su casa, no quieren participar de las actividades, no juegan); cambios significativos de conducta en la escuela sin motivo aparente; conductas agresivas e irritabilidad con berrinches frecuentes; enojos sin razón aparente, actitud de defensa constante (vigilantes y alertas); conductas sexuales explícitas con juegos inadecuados para su edad; manifestaciones de temor ante la autoridad; sobreadaptación a situaciones cotidianas diversas; demoras en el desarrollo emocional, físico e intelectual. En ocasiones muchos/as niños/as refieren frecuentemente que no quieren regresar a su casa; manifiestan conductas esperables en niños/as de menor edad; incomodidades en los vínculos con adultos/as; faltas reiteradas a la escuela que no pueden ser justificadas por los/as padres/madres o adultos/as cuidadores/as; problemas con la alimentación; fugas de la escuela; episodios de destrucción de objetos o transgresión en espacios compartidos; dolores frecuentes sin causas aparentes; dificultades en la socialización; ante una señal de alerta, los/las padres/ madres o adultos/as cuidadores/as no manifiestan disposición de apoyo o de colaboración ante la propuesta de intervención sino de indiferencia, rechazo u omisión de las indicaciones.

Es fundamental comprender que estas alertas por sí mismas no prueban situaciones de maltrato porque que pueden aparecer como síntomas de otras circunstancias, pero sí identifican la necesidad de intervenir.

La intención es pensar en las alertas como preguntas, buscar asumir un lugar de responsabilidad compartida para pedir ayuda.

Nos duele pensar que los sistemas de protección de la infancia no velaron por los derechos de Lucio, pensar que hubo alertas que no se leyeron. Nos duele la maquinaria mediática que tiñe de amarillo, pero no informa.

Y escuchar lo que los/as niños/as tienen para decir: la circulación de la palabra como ejercicio cotidiano en la casa, en la escuela…transmitirles a los/as niños/as el poder de la palabra propia desde la infancia, asumir la disponibilidad como adultos/as para dar asilo seguro a lo que nos dicen.

Y si bien no podemos caminar con la alerta permanente -ni hacer caminar a las infancias con el temor cotidiano de la amenaza que horada la confianza en la vida-, es necesario entender que estas situaciones ocurren y son reales. Taparnos los ojos o cambiar de canal no va a hacer desaparecerlas.

Informarnos. Visibilizar lo que debe ser dicho como responsabilidad compartida. Buscar ayuda profesional. Exigir un Estado presente, luchar insistiendo para que se destinen presupuestos dignos a los sistemas de protección de las infancias. Para que se pueda mirar. Para que se pueda intervenir. Para que se pueda llegar a tiempo.

Nos duele Lucio.

* Marcela Ubaid - Lic. En Psicología- MP 5135

Por denuncias:

Línea 102- Maltrato infantil. Se puede realizar denuncia anónima o no. Si es anónima, se deberá acercar a la sede para corroborar datos. 

Unidad Judicial más próxima

Línea 911
Unidad Judicial De Violencia Familiar- Av. Duarte Quirós 650 (Centro) 0351- 4331635. Se receptan denuncias las 24hs.

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