Sufrimiento psíquico y consumo problemático de sustancias

Opinión29 de junio de 2019 Por Moira Corendo*
Se considera consumo problemático cuando el mismo afecta la salud, las relaciones interpersonales, laborales y de índole legal.
Drogadicción
Sufrimiento psíquico y consumo problemático de sustancias

La semana que está finalizando es la semana de concientización sobre el consumo problemático de sustancias, ya que el 26 de junio fue el día mundial de la lucha contra el uso indebido y tráfico de drogas. En centros especializados y en algunas instituciones escolares, se desarrollan actividades y conversatorios con el objetivo de la prevención de adicciones, fomentando espacios de escucha y participación.

Se considera consumo problemático cuando el mismo afecta la salud, las relaciones interpersonales, laborales y de índole legal. La problemática es tan amplia que su abordaje sólo puede hacerse teniendo en cuenta todos los ámbitos de la vida de un sujeto.

La Psicología Social investiga la relación entre el orden socio histórico y la subjetividad, por lo tanto, los ámbitos de intervención de la problemática de adicciones, se corresponderían con un abordaje que comprende al sujeto y su comunidad, las organizaciones o instituciones de las que forma parte, los grupos de pertenencia y la familia.

Todos estos ámbitos están interrelacionados, el sujeto situado y abordado desde la totalidad de su contexto a partir de la interdisciplinariedad y teniendo en cuenta la multiplicidad de factores intervinientes, es aquel que tendrá mayores posibilidades de realizar un tratamiento efectivo.

El sistema económico del que formamos parte nos insta como premisa nodal, el consumo, en sociedades postmodernas como la nuestra, aprehendemos desde pequeños que el consumo de bienes otorga cierta satisfacción; para que no queden dudas, los medios de comunicación lo pregonan con permanencia.

Podemos, desde ir a un kiosco a comprar una bebida cola o acceder a drogas legales a las que conseguimos recurrir ilimitadamente y sin ningún tipo de control.

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Según datos extraídos de la última reunión de Toxicología regional, nuestro país es el de mayor consumo de Clonazepan del continente.

Reflexionando sobre esta situación, me pregunto: ¿llevamos a nuestros hijos al médico siempre o muchas veces les automedicamos un Ibuprofeno para bajarles la fiebre?, ¿sacamos de la cartera algún fármaco y lo engullimos rápidamente antes de siquiera percibir alguna dolencia?, ¿la bebida y la comida son el centro de cada reunión?, ¿no concebimos la idea de quedarnos sin cigarrillos y realizamos una compra perfectamente programada para que esto no suceda?  Es entonces, en ese contexto de cotidianidad y naturalización en el que se despliegan las adicciones y no existe manera de abordarlas sin tenerlo en cuenta. 

Somos seres sociales que requieren de un otro para subsistir, a medida que vamos creciendo vamos eligiendo objetos de satisfacción cuyo motor es la necesidad: el pecho materno, la mirada de la figura significativa de la primera infancia, la palabra que direccione el hacer, etc. Estos objetos van subjetivando nuestro psiquismo al tiempo que vamos internalizando los vínculos y constituyendo nuestro Yo en base a la relación dialéctica que se forma entre el grupo externo de cada sujeto que interactúa con él y el grupo interno donde es introyectada esa interacción.

El niño precisa para desarrollar las relaciones objetales, técnicas instrumentales como el control omnipotente, este control es ejercido sobre sus vínculos más próximos para contrarrestar los miedos a la pérdida y al ataque que le provocan dichos vínculos, mediante la fantasía que implica poder controlarlos. Al tiempo que el sujeto va madurando y logrando la integración de su psiquismo, este mecanismo defensivo deja de tener relevancia; más, queda inscripto en su Yo, pudiendo apelar a él en situaciones, por ejemplo, de carencia afectiva.

Rosa María Marcone define la adicción como aquello que no puede ser hablado, recurriendo a un objeto al que se le asigna valor de producir una satisfacción. Así, podríamos pensar que cuando una carencia, producto de la necesidad afectiva, no es satisfecha, el sujeto pude tender a controlar omnipotentemente el objeto – sujeto. Cuando el Yo concluye que ese sujeto no puede ser controlado, de manera inconsciente, busca otro objeto propiamente dicho, que lo reemplace y sí pueda controlar por su carácter de inanimado, desplazando el control omnipotente hacia otro, funcionando como elemento externo que le ayude a aliviar el sufrimiento psíquico y la ansiedad.

Estos objetos inanimados y provistos de características infantiles mágico – fenomenistas, muchas veces son las drogas y en un gran porcentaje de casos, tampoco pueden ser controladas por el sujeto que recurre a ellas.

Según el Equipo Argentino de Toxicomanías, en nuestro país, sólo una de cada once personas con consumo problemático de sustancias, tiene acceso a tratamiento, por lo tanto, ante tal situación de emergencia en la ausencia del Estado para solventar los mismos, podemos al menos comenzar a hablar sobre el tema, poner en palabras al consumo y sus derivaciones, a las necesidades no satisfechas y desplazadas, a las carencias en los vínculos y sus reparaciones, dejar de estigmatizar y juzgar, dejar de ver la enfermedad como un flagelo, como incurable y comenzar a verla como un estado donde el polo de la enfermedad está primando pero, con el tratamiento adecuado y el apoyo familiar y social, va a primar el polo de la salud. La adicción no se corresponde con la identidad del sujeto sino con un momento por el que está atravesando.

*Moira Corendo: Psicóloga Social

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