Hacia una resolución que reconfigura el tablero económico mundial

Opinión 09 de mayo de 2022 Por María Emilia Carreiras *
Rusia se encamina a un colapso en su economía de una magnitud que podría ser similar o incluso ser más grande que el que sufrió en 1998, en caso de proseguir la invasión contra Ucrania.
conflicto rusia-ucrania
Rusia invade con métodos del siglo pasado y Ucrania responde con herramientas propias del siglo XXI

Basta con ver las noticias y los diferentes medios de comunicación para notar la anacronía que está viviendo el mundo. Por parte de Rusia invadiendo con métodos del siglo pasado y Ucrania respondiendo con herramientas propias del siglo XXI; una ofensiva militar contra una contraofensiva económica; una invasión que traspasa el conflicto cercano-territorial toma una dimensión mundial y más aún, una dimensión humanitaria; hombres separados de sus familias, niños y mujeres emprendiendo la diáspora, estaciones de subte bajo tierra se convierten en el lugar más seguro ante la invasión, ciudades fantasmas fruto de una irrupción rusa “queriendo combatir nazis” ingresando paradójicamente a territorio ajeno como nazis; una imagen que muchos de nosotros hemos visto en películas propias del siglo pasado, comprendiendo que esos hechos aberrantes eran parte de otro capítulo de la historia, afirmación que hoy perdió su sustento. Las consecuencias parecen ser más notorias que los supuestos frutos; la economía rusa cayendo a puntos impensados para quienes la gobiernan. 

Rusia se encamina a un colapso en su economía de una magnitud que podría ser similar o incluso ser más grande que el que sufrió en 1998, en caso de proseguir la invasión contra Ucrania, advirtieron economistas del banco de inversión JP Morgan. 

En coincidencia con un pronóstico de Goldman Sachs, economistas de JP Morgan estimaron que la economía rusa se contraería 7% durante este año. Dicha caída en el Producto Bruto Interno (PBI) sería incluso mayor al retroceso de 5,3% registrado de 1998, momento en el cual el país sufría una fuerte crisis de deuda. 
Las potencias occidentales también han impuesto sanciones a algunos millonarios rusos y al propio Putin, cuyos activos conocidos en el extranjero serán congelados. El sector privado se está plegando a las restricciones. Las firmas Visa y MasterCard, por ejemplo, anunciaron el bloqueo de algunos bancos rusos de sus sistemas de pago. 

En paralelo, se ha producido un éxodo de empresas privadas que operan en Rusia, incluyendo a firmas como BP, Shell o Equinor. Hay muchas interrogantes sobre cuál será el verdadero impacto de las medidas, como, por ejemplo, si los bancos seguirán siendo solventes, si los sistemas de pago podrán funcionar, si las exportaciones rusas recibirán un impacto, o qué va a pasar con los mercados de seguros y los mercados para enviar los productos. 

La preocupación por lo que podría pasar en los mercados globales de crédito. Si hay un default en Rusia, eso tendría un impacto en los tenedores de bonos. Se acrecientan así, las dudas sobre qué va a pasar con los mercados de materias primas. Las empresas que están abandonando Rusia lo están haciendo porque hay un riesgo político y el riesgo político es un riesgo comercial. 

Entre los múltiples interrogantes nos encontramos con preguntas tales como: ¿Qué pasaría si la situación económica se volviera tan insostenible que estas empresas no pueden seguir funcionando o sus socios quedaran insolventes? ¿O qué pasaría si el gobierno ruso las nacionaliza? 

Las amenazas de una problemática mayor, la falta de respuestas inmediatas, al destierro de cientos de habitantes ucranianos, por parte de las autoridades en organismos internacionales pone en manifiesto las falencias de las mismas, cuando son los propios ciudadanos europeos cercanos a la frontera los organizados y comprometidos ante la fragilidad de la situación lo cual fortalecen una idea que he escuchado en estas últimas horas “Cuando un pueblo emigra, los gobernantes sobran”. 

Queda claro que la mayor parte de la opinión mundial se estremece antes los hechos y se atemoriza por las amenazas de un futuro mal mayor; el patriotismo y la fuerza de un pueblo que no se arrodilla ante el poder que asecha me recuerda a David y Goliat; el débil también puede vencer al poderoso, aunque sea un combate desigual, siempre hay espacio para milagros o desenlaces inesperados. 

Creo que esta situación pone en manifiesto el desprecio por la vida humana y la falta de empatía por los demás, donde la codicia, el poder y los negocios están por encima del sufrimiento de un pueblo; pareciese que no fue suficiente drama vivido durante la pandemia del covid, donde el dolor, las eternas cuarentenas y la muerte no han hecho reflexionar a quienes tienen el poder y lo utilizan en interés individual y no colectivo; creo así aún, la paz es el único camino

María Emilia Carreiras - Arquitecta y est. de la Diplomatura en Gestión Inmobiliaria en la Universidad Blas Pascal

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