Emergencia social: un femicidio cada 27 horas

Según el Observatorio de las Violencias de Género “Ahora que sí nos ven”, en agosto hubo un femicidio cada 27 horas. Si se suman los femicidios vinculados (aquellos que se cometen para hacer sufrir a la mujer), el total llega a 223 en lo que va del año. El 84% de los asesinos eran conocidos de sus víctimas: el 42% eran parejas, el 21% ex parejas, 14% un familiar, 7%, conocidos. La mayoría de las mujeres asesinadas tenía entre 21 y 40 años. Siete de cada diez asesinatos se cometieron en sus casas o en las de los agresores, 37 habían hecho denuncias contra sus femicidas y 23 tenían medidas de protección otorgadas por la Justicia (perimetral o botón antipánico). El relevamiento destaca además que durante 2019 ya son 148 las niñas y niños huérfanos a causa de los femicidios.
"En agosto hubo un femicidio cada 27 horas.
Si se suman los femicidios vinculados,
el total llega a 223 en lo que va del año."
Estas cifras escalofriantes sobre la emergencia social, no logran transmitir el profundo horror que recubren, nuestros oídos se van acostumbrado a escuchar estas noticias todos los días y la vida sigue, para algunos, no para estas mujeres. Los femicidios son una consecuencia patriarcal y me lleva a imaginar al patriarcado, además de un conjunto de normas introyectadas y reproducidas en roles estipulados y transmitidos de generación en generación, como en un Super-yo simbólico, social y despiadado.
Somos el producto del patriarcado, concebidos y criados por él, y claro, para él; sosteniendo en el tiempo su funcionamiento y perpetuidad. Las representaciones sociales expresan el rol que deben desempañar tanto varones y mujeres, detallando desde muy pequeños los sí y los no; entonces me pregunto si podríamos pensar metafórica y rudimentariamente en el patriarcado haciendo las veces de un super-yo que se inserta en nuestra subjetividad colectiva, dictaminando nuestras maneras de actuar, de pensar, de sentir; mejor dicho, de no sentir, reprimiendo así mediante la sumisión de la mujer por el varón todos aquellos actos que se manifiesten en contra de la “moral” … ¿Qué moral? La moral impuesta por el super-yo patriarcal, por la represión inconsciente que se le imparte al Yo y que lo obliga a debatirse permanentemente entre un Ello que le otorga libertad y reconocimiento de las sus propias necesidades y un Super-yo que lo lacera cada vez que piensa distinto al orden patriarcal, cada vez que piensa en la equidad de género, que podemos vivir en comunidad, que podemos respetarnos sin dictamines ni jerarquías. Un Ello que, conjuntamente, en ésta metáfora, sería el encargado de deconstruir dicho patriarcado. Por tanto, ¿el síntoma podría ser que en nuestro país de produzca un femicidio cada 27 horas? Síntoma de una sociedad violenta que portavocea años de represión femenina, años de violencia física, psíquica, social, sexual, económica, obstétrica, laboral.
Pensar que hay un varón que no puede soportar los movimientos dialecticos de trasformación que se van produciendo poco a poco en nuestra sociedad, y decide eliminar la fuente de ansiedad que esto le provoca, asesinando a una mujer, nos retuerce hasta la última fibra del cuerpo, nos llena de tanta impotencia como dolor por lo no hecho, por lo no dicho, por no reunir antes nuestras fuerzas sororas, por dejarlas morir; y es que eso provoca el Súper-yo patriarcal, la culpa por omisión, entre muchas otras.
Los femicidios al mismo tiempo también portavocean, las depositaciones del dolor y la frustración de varones soportando los requerimientos de la masculinidad hegemónica, frustraciones por no alcanzar nunca a ese “macho hegemónico”. Si a dicho factor de exigencia que se les entrega a los varones mediante sutiles mecanismos que se traspasan de generación en generación, le sumamos el sistema capitalista, sistema funcional al patriarcado, que vacía de contenido al trabajo, que lo aliena y lo fragiliza, podemos comprender como nos fuimos convirtiendo en una sociedad violenta que fomenta vínculos lábiles y ve al otro como su rival.
Al mismo tiempo de realizar todas las acciones deconstructivas que vamos desarrollando, debemos mirar hacia adentro, replantearnos en qué acciones continuamos reproduciendo el patriarcado para modificarlas; continuando con la alegoría, escuchar al Ello que opera con leyes opuestas a la lógica formal ligadas a la fantasía inconsciente, es decir, opuestas al patriarcado, posiblemente en esa fantasía podamos encontrarnos todos conformando proyectos comunitarios que vayan movilizando lo cimentando.
Dejémonos llevar por sueños de libertad guardados en nuestro inconsciente, dejemos que los deseos de lucha accedan a la consciencia y conviertan las representaciones sociales patriarcales en oportunidades para trabajar juntos, porque no, sin géneros que nos diferencien… ¿demasiado utópico?, seguramente, pero si no podemos darnos el lujo de pensar de vez en cuando desde la utopía, desde lo que quisiéramos que suceda, tampoco podemos acceder a algo tan elemental como la tolerancia a la libertad del otro, la libertad de la mujer, la equidad de género.
*Moira Corendo - Psicóloga Social